Integrando a la familia en la lectura

Factores afectivos asociados a la promoción de la lectura



Las familias tienen la posibilidad de generar un ambiente que favorezca los progresos de los hijos.

A continuación, se enumeran algunos factores que caracterizan un contexto familiar estimulante para la lectura. Son familias estimulantes, las que:

1. Tienen una preocupación activa por el desarrollo cognitivo y el aprendizaje de sus hijos.

2. Narran historias, comparten anécdotas, comunican sentimientos y analizan la realidad con los niños.

3. Asocian la lectura a un espacio recreativo y de crecimiento personal.

4. Reconocen explícitamente los logros de sus hijos.

5. Se focalizan en los éxitos y en lo aprendido.

6. Tienen hijas e hijos con un desarrollo de una narrativa de sí mismos como buenos estudiantes, producto de las críticas familiares.

7. Viven un proceso de enseñanza de la lectura asociado a estrategias creativas y nutritivas.





Sugerencias para generar una actitud positiva del niño frente a la lectura:


Validar las competencias del niño

La lectura es un proceso largo. En cada uno de los pasos del aprendizaje el niño debe ser legitimado a través de la visibilización de los comportamientos positivos y de la legitimación de los logros alcanzados. Se contribuye así a formar una imagen personal positiva de sí mismo. Esto significa, por ejemplo, que si un niño logra leer una palabra, de inmediato se debe legitimar el logro con una frase positiva, en lo posible acompañada de una metáfora: “Qué buen lector eres, seguro que en poco tiempo más estarás leyendo como los (las) periodistas de los noticiarios”.

Prestar atención a lo positivo

Prestarle atención a un niño o niña cuando lo hace bien es una poderosa herramienta para fijar lo aprendido. Por ejemplo, comentar la cantidad de libros que ha leído o la cantidad de conocimientos que tiene sobre un tema es un aliciente para seguir leyendo; a medida que el niño o niña progresa encuentra más agrado en el trabajo.

Evitar etiquetar al niño y criticarlo

Se debe evitar etiquetar a los niños con clasificaciones como “eres mal alumno” o “eres mal lector”, porque puede generarse lo que se denomina “profecía autocumplida”. Es muy difícil librarse de las etiquetas. No obstante, la familia puede revertir este proceso cambiando el discurso y destacando aspectos positivos que, antes ocultos, afloran con el cambio de actitud –como el buen humor, la creatividad y la energía. El exceso de crítica aumenta un problema en vez de disminuirlo: si el niño no logra realizar una tarea, a pesar de haberse esforzado, es preferible cambiar el ejercicio por una tarea más fácil que criticarlo.

Reconocer los logros y progresos del niño

Que un niño aprenda no sólo depende del interés que él tenga, sino de la visibilización que hacen sus padres de sus progresos, por lentos que sean. Esta visibilización debe hacerse en forma inmediata tras el logro de una actividad, con el fin de fijar el aprendizaje. Los aprendizajes se logran en forma muy lenta al comienzo, por ello es necesario que la familia no se impaciente y legitime cada progreso.

Afianzar la autoestima

Es importante generar situaciones en que el niño sienta que logra realizar lo que se le pide. El sentimiento permanente de fracaso puede afectar seriamente la autoestima. Mientras más dificultades tiene un niño, más importante es destacar sus progresos.


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